Sonia Boiarov

Sonia Boiarov y su mirada sobre el teletrabajo

“Nos falta tomar conciencia de que vivimos una nueva era”

“Internet revolucionó absolutamente todo”, dice la fundadora de Torres de Teletrabajo y Caminando Utopías, dos iniciativas pioneras en anticipar la transformación del mundo del empleo. “Creo en el diálogo”.

por Lucio Casarini

 

La pandemia extendió el tema del teletrabajo de manera enorme, más de lo que nosotros pudimos en 20 años; nadie hizo más que el Covid por el teletrabajo, es el gran impulsor de esto», dice Sonia Alejandra Boiarov a días de aprobarse la ley de empleo remoto en Argentina.

Lo que estamos viendo es el nacimiento de un nuevo tipo de trabajador; como la sociedad industrial tuvo uno que la diferenció de la sociedad agraria, la sociedad de la información tiene un nuevo sujeto, que con el tiempo hará que tenga regulación específica, diferente“.

Su papá, un ruso de Vladivostok emigrado a la Argentina, era carpintero. Quizás, ese oficio ligado a la construcción haya influido en ella al bosquejar Torres de Teletrabajo (torresdeteletrabajo.com), su invención más original. Sea por casualidad o causalidad, Sofía, su única hija, se graduó recientemente de arquitecta.

La mirada melancólica, el espíritu audaz y los rizos colorados parecen delatar la genealogía de Sonia, que ingresó al rubro que la apasiona con los diplomas de licenciada en Relaciones del Trabajo y magister en Ciencias del Trabajo, ambos por la Universidad de Buenos Aires.

Entidades de la talla de Naciones Unidas, la Unesco, la Cepal y el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (idrc.ca) la han llevado a recorrer el mundo asesorando y formando a personas, empresas y gobiernos.

Además de Torres de Teletrabajo, creó la Fundación Caminando Utopías (caminandoutopias.org.ar) y el Centro de Teletrabajo y Teleformación de la UBA.

Ha liderado la consultora Red Experta, el Centro de Educación en Teletrabajo (cedtel.com.ar), la comisión de nuevas tecnologías de la Asociación Argentina de Usuarios de la Informática y las Comunicaciones (usuaria.org.ar) y, en el nivel latinoamericano, la Academia Internacional de Teletrabajo (ital-lac.org).

En la actualidad, se desempeña en el Ministerio de Economía de la Nación, como especialista en recursos humanos, y en la Universidad de Buenos Aires, como docente de administración de personal, carrera de Relaciones del Trabajo.

Sonia ha publicado, paralelamente, varios libros individuales y colectivos: ¿Cómo empiezo a teletrabajar? (Edicon), Telecapacitados (IDRC), Exportadores de servicios de Internet (IDRC), Lo que los recursos humanos deben saber sobre el teletrabajo (Recursos Humanos Fondo Editorial), Remuneración variable: ¿Una forma para mejorar la distribución de ingresos? (Editorial Académica), Teletrabajo, Políticas Públicas y Modelos de Legislación (Cid Editor), Telework Argentina 2010 (ITA).

Era de Vladivostok

“Mi apellido es ruso, mi papá llego en 1955; vino toda la familia, después algunos se volvieron; el y un hermano se quedaron acá”.

“Mi papá vino por la guerra, la búsqueda de un destino mejor, como muchos inmigrantes; tendría la expectativa de encontrar una situación mejor que la que estaba pasando”.

“Estuvo en distintos lugares, pero era originario de Vladivostok; era carpintero, como mucha gente ahí en esa época. Vladivostok es un puerto que había creado una ciudad para protegerse de los japoneses y de los chinos. Había movimiento de barcos, que tiene que ver con la industria de la madera; muchos carpinteros se hicieron por ese motivo en ese lugar”.

“Los orígenes míos son en una familia humilde, común, luchadora. Nací en Sáenz Peña, partido de San Martín, zona noroeste del Gran Buenos Aires; ahí viví toda mi adolescencia; he vivido desde que me casé en la Capital Federal”.

“Mi mamá era supervisora en una empresa que hacía pantalones de jean; tenían oficios mis padres, sin estudios universitarios”.

“Mi mamá era de Rojas, provincia de Buenos Aires. Mi papá era cristiano ortodoxo, que en la Argentina hay; tampoco era una persona que se ocupaba demasiado de ese tema, no recuerdo mucho de mi padre religioso. Mi mamá también, la religión está, es católica, pero no fanática, no es una persona muy dedicada a eso”.

“Mi papá y mi mamá se conocieron en Hurlingham; él siempre la miraba, hasta que un día se animó a hablarle en un club de barrio que quedaba frente a la casa de ella. Los nombres de mis padres son Pablo Boiarov, Marta Colman y Máximo Sáez, que fue mi padrastro. Mi padre falleció cuando yo era chica, tenía diez años, y mi madre, que hoy tiene 83, se casó otra vez”.

onia Boiarov en 2007 con el ministro Carlos Tomada, durante la elaboración del proyecto de ley de teletrabajo.
Sonia Boiarov en 2007 con el ministro Carlos Tomada, durante la elaboración del proyecto de ley de teletrabajo.

Leyes transitorias

“Ahora casi toda la región tiene ley de teletrabajo. Argentina pudo haber sido el primer país. Nosotros presentamos el proyecto con el ministro Carlos Tomada en 2007 y en 2008 fueron las primeras leyes de la región: Costa Rica y Colombia”.

“Nosotros en 2007 tuvimos media sanción en diputados; no fue el primer proyecto, en 2002 había habido otro”.

“No hay demasiadas innovaciones en la norma respecto de lo que se venía haciendo sin la norma. Mi opinión es que estas leyes son transitorias; me da la impresión de que se quiere aggiornar un poco las que había y decir estas son las que van a regir a partir de ahora”.

“Un tema es por qué la responsabilidad tiene que ser solo del lado del trabajador, cuando debería ser de ambas partes”.

“El tema de los gastos me parece que es importante; cuando se hacían los apoyos en el ministerio para la promoción del teletrabajo, en las organizaciones se daba una especie de kit del teletrabajador que contemplaba los gastos”.

“La ley en algún caso limita el desarrollo del teletrabajo. La persona, por ejemplo, tiene que estar en la casa para la ART [Aseguradora de Riesgos del Trabajo]; me parece que esa es una limitación, el teletrabajador puede estar en cualquier lado mientras pueda hacer su trabajo”.

El espacio y el tiempo

“La sociedad industrial generó los espacios de trabajo; sacó a las personas de las casas, las que vivían en el campo, y las llevó a la ciudad, y reguló el espacio y el tiempo de trabajo”.

“Recordemos las luchas gremiales por las ocho horas de trabajo; la sociedad se revolucionó en función de que eso era importante, el espacio y el tiempo; y todo se reguló para hacer frente a esa nueva situación de trabajo y ese nuevo paradigma de desarrollo económico; pero lo que reguló la sociedad industrial empieza a perder preponderancia”.

“Estos esquemas fueron prioridad en la sociedad industrial, la nueva sociedad los desarma”.

“Por otra parte, es más fácil deslocalizar al trabajador que cambiarle el horario; le dicen: trabajá en tu casa, pero de tal hora a tal hora; aparece también el derecho a la desconexión y demás”.

“La persona dice: necesito ordenarme en mis tiempos; está bien, cada uno puede ordenarse; pero no tiene por qué ser una cosa estricta, que sea productivo de 9 a 18; porque a veces el día esta espléndido, prefiero ir a andar en bicicleta y soy productivo entre las 18 y las 22; cuál sería el problema; todo depende del tipo de trabajo que sea”.

“Algunos dicen que es como volver a la sociedad preindustrial, porque las personas en el campo se levantaban con el sol y se acostaban cuando se retiraba el sol; podían trabajar mientras hubiera luz. Ahora ni siquiera tenemos eso en nuestra sociedad”.

“Los creativos sobre todo pueden entender este tema de las libertades, porque uno no es creativo en un horario determinado”.

Una nueva sociedad

“Internet revolucionó absolutamente todo; así como se habló de la revolución industrial. Si bien las tecnologías surgieron de la sociedad industrial, la cambiaron y están generando una nueva sociedad. Nos falta tomar conciencia de que vivimos una nueva era”.

“La pandemia tal vez nos está mostrando que fuimos un poco negligentes y ahora tenemos la oportunidad de ver cómo empezamos de vuelta, qué hacemos”.

“Cada uno tiene que tomar conciencia de este protagonismo y de que las tecnologías permiten a cada uno ser protagonista en lo que quiera hacer; esperemos que sepamos elegir bien los caminos que vamos a recorrer, que construyamos una sociedad mucho mejor”.

Sirve para caminar

“Fue muy rico el desarrollo profesional que logré con el proyecto Caminando Utopías. Tuve la posibilidad de iniciarlo en la Universidad de Buenos Aires. Eso abrió un montón de caminos un tanto inesperados y nos permitió mostrarle a mucha gente que hay una transformación en el mundo del trabajo. Nos decidimos a caminar esos caminos distintos, por eso se llama Caminando Utopías”.

“El momento en que apareció, el año 2000, fue un momento muy crítico del mundo del trabajo en general; en particular para Argentina, que registró una pérdida de empleos muy importante, con mucha migración de jóvenes”.

“La utopía para mí es la acción, lo que ejerce de motor en la vida para que uno pueda accionar; no es la utopía de Tomás Moro; es una utopía que te pone en movimiento, que te permite avanzar”.

“Tomamos el nombre de un poema de Eduardo Galeano, que justamente habla de eso; dice que cuando uno da un paso, la utopía da un paso, y si uno da diez pasos, la utopía se aleja diez pasos; se pregunta para qué sirve la utopía: sirve para eso, para caminar”.

“Creo que esto es lo que nos motivaba; hablo en plural porque cuando empezamos estaba con un señor que apoyó la idea, con el cual yo hacía talleres universitarios en los barrios; era un señor mayor, Naum Poliszuk; falleció hace algunos años, fue un gran compañero; con el podíamos demostrar que no hay problemas de edad para el manejo de las tecnologías”.

“Fue un desafío importante para Naum y un gran apoyo para mí, sobre todo en el comienzo; era un reto que la gente entendiera lo que queríamos hacer; gracias a el, a su apoyo, el decano aprobó el proyecto”.

“La gestión que Naum hizo fue fundamental para que pudieran escuchar y entender; era importante que la universidad se pusiera al frente de la búsqueda de nuevas formas de trabajo y pudiera guiar de manera inteligente y seria qué estaba pasando, y cómo estas tecnologías podían ponerse al servicio de las personas que buscan trabajo”.

Sonia Boiarov es la segunda desde la derecha. Viajó por el mundo asesorando y formando a personas, empresas y gobiernos.
Sonia Boiarov viajó por el mundo asesorando y formando a personas, empresas y gobiernos.

Realidades distintas

“En 2002 apareció la Unesco con un presupuesto bastante limitado pero para nosotros muy importante, por lo que significa la institución; nos permitió capacitar a muchos jóvenes de América Latina en teletrabajo. Fue una gran gratificación, pues el proyecto no se quedó en nuestro país, fue reconocido afuera”.

“En el año 2003 se hizo la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información [en Ginebra, Suiza]; se fijaron los principios; pedimos una beca de Naciones Unidas y nos la asignaron; fue la única de Argentina y en América Latina hubo otra y nada más. Transcurrimos la elaboración del documento que firmaron los presidentes en la Cumbre, tuvimos la oportunidad de ir introduciendo el tema del teletrabajo”.

“En 2005 se hizo una segunda fase de la Cumbre [en Túnez], donde se fijaron los planes de acción; colaboramos con la Cancillería en el documento de nuestro país para que apareciera el tema”.

“Se creó un grupo en la Cepal de teletrabajo; eso me acercó a realidades distintas de las que nosotros vivimos; también nos dio la posibilidad de conocer y apoyar normativas y temas relacionados con la inclusión de personas con discapacidad, entre muchas otras cosas”.

“Después aparecieron las investigaciones del IDRC de Canadá; trabajamos con ellos desde hace siete u ocho años; los proyectos en general cada cinco años cambian el tema. Hicimos uno titulado Exportadores de servicios en Internet. También Telecapacitados, para la inclusión de personas con discapacidad. Hicimos el de legislación, que tiene que ver con los modelos de las normas; queríamos ver si todos los policy makers que había en la región podían ponerse de acuerdo, si es necesario un acuerdo marco como el de la Unión Europea”.

“Todo eso fue muy interesante. Cada investigación termina con un libro para difundir”.

Un edificio virtual

“Torres de Teletrabajo nació en una reunión en Costa Rica. Yo buscaba algo que no fuera el abc. Cuando leemos sobre teletrabajo se sigue hablando de las mismas cosas de siempre, como si se estuviera descubriendo algo, y nosotros empezamos hace más de 20 años con el tema. Costa Rica tenía un camino recorrido, uno tenía que plantear cosas distintas. Hablamos de crear una comunidad bastante mas específica de gente que quiere trabajar usando las tecnologías”.

“Dijimos: hay que buscar un espacio donde la gente que quiera realmente conocer de qué se trata el teletrabajo usando estas tecnologías pueda manejarse con cierta confianza”.

“Generamos esa comunidad, que se llama Torres de Teletrabajo, y le dimos una forma distinta; no es exactamente un sitio web, sino un edificio virtual que reúne a todos los trabajadores según las diferentes especialidades; en función de una clasificación de servicios de la Organización Mundial de Comercio”.

“Como en ese momento ya habíamos terminado la investigación titulada Exportadores de servicios en Internet, yo estaba en contacto con la Cancillería argentina. Que ellos no solo exportaran software fue como una obsesión mía. Los servicios que las personas pueden ofrecer tienen una gran diversidad y es un capital intelectual de la Argentina, como de muchos países, exportar servicios basados en el conocimiento de todas las personas”.

“En una de las reuniones me decían: si necesitamos cien diseñadores web no vamos a ir a buscarlos de a uno; entonces pensé: vamos a juntarlos a todos; imaginé que podíamos ponerlos a todos en un piso y decir: si alguien necesita algo de estos servicios puede buscarlo acá”.

“Torres de Teletrabajo, básicamente, es un buscador de teletrabajo en función de los servicios”.

Más confiable

“El diseño en torre salió de una persona que me hablaba de hacer un edificio; el lo decía desde otra perspectiva; le dije que me encantaba la idea y qué le parecía si yo la tomaba y la hacía. Arrancamos medio improvisadamente; lo hicimos con muchos voluntarios, gente que se ofrecía a colaborar con la idea, y empezamos a plasmarla”.

“Pero la idea del edificio no es solamente por la imagen, sino para que los teletrabajadores no tengan que exponer siempre su dirección particular. La mayoría de los teletrabajadores están en sus casas; la idea es que no tengan el gasto de un hosting o un sitio web, que puede pesar, y que tengan una dirección visual donde la gente los pueda ubicar, y que se pueda poner en su tarjeta con el mail y demás. Entonces, tener algo como una dirección con un piso, una oficina en un edificio, es más confiable”.

“En algún momento me dijeron del Gobierno de la Ciudad: podemos hacer una torre de emprendedores; hubiese sido fantástico, cada uno podía tener una especie de vidriera virtual y podía ser ubicado geográficamente de alguna manera, poner el buscador y decir: quiero ver todos los peluqueros que hay en esta zona”.

“Las redes sociales crecen mucho, pero no es la idea de Torres, que es más específico”.

“En momentos críticos del mundo del trabajo hay que tener en cuenta las posibilidades que brindan las tecnologías y tratar de facilitar todos los medios. Para eso no se necesitan tantos recursos, se necesitan ideas y apoyo político; creo que ese es el secreto”.

“De manera independiente es mucho el esfuerzo para darse a conocer, la idea de Torres es que nos ayudemos entre todos. Hay un valor de solidaridad y colaboración importante en la idea, como raíz. Yo promociono mi servicio, pero como estoy poniendo Torres y mi oficina, mucha gente va a entrar a curiosear y eso va a llevar a otros. Es bárbaro generar esa cadena y esa vinculación de apoyos mutuos; que el esfuerzo que hace uno se vea replicado, multiplicado por todos los demás”.

Poder ser feliz

“Siempre me preocupé por el trabajo en sí y que sea de la mejor calidad posible; de buscarle diferentes caminos en función de todos los cambios que hemos vivido; sobre todo, a partir de la irrupción de las tecnologías de la información y la comunicación”.

“Hay que aspirar a que cada uno regule su vida en función de poder ser feliz, cuidar su salud y poder desarrollar todas las actividades; que el trabajo sea una actividad más, no una actividad que lleve toda la vida, aunque el trabajo es necesario para la vida”.

“El trabajo afecta todo, porque uno le dedica muchas horas, pero en la medida en que logremos un trabajo que haga feliz, la salud siempre va a ser mejor, menos estresante, más gratificante”.

“Tenemos que buscar que las personas sean felices en los trabajos en donde están, qué otro sentido podemos darle a la profesión que tenemos. Es una tarea ardua, desafiante y fascinante”.

“Creo en el diálogo, en el trabajo de equipo. Creo que una idea puede prosperar cuando es apoyada por la mayoría del equipo de trabajo. Entonces uno se encamina con la energía de todos a hacer algo que sale diez veces mejor que si lo hiciera solo”.

“Es una época de diálogo, nadie puede ser el dueño de la verdad; no conocemos exactamente los caminos, hay que construirlos, hay que hacerlos y en base al diálogo, que es la única manera”.

“Es una época para ser flexibles y construir en función de valores que uno ya tiene predeterminados. Sobre todo la cooperación, la solidaridad, el diálogo, el respeto hacia los demás. Aún con diferentes maneras de pensar, aún cuando no entiendan. Ver qué pasa en la vida de las personas, cómo evolucionan la salud, las ideas, la innovación”.

Sonia Boiarov con Marta, su mamá, y Sofía, su única hija, que es arquitecta.
Sonia Boiarov con Marta, su mamá, y Sofía, su única hija, que es arquitecta.

Muchos países

“Anduve mucho por Latinoamérica. Cuando hacíamos las investigaciones, en ocasiones visitaba diez países para apoyar a los investigadores, difundir, colaborar; fueron muchos países: México, República Dominicana, Panamá, Guatemala, Cuba, Brasil -muchas veces-, Chile, Ecuador -muchas veces—, Paraguay, Colombia -donde fue el Telework de la ITA en 2010-“.

“IDRC tiene su filial latinoamericana en Uruguay; íbamos muy seguido para las coordinaciones de los proyectos de investigación; como consecuencia, Canadá no fue un destino necesario”.

“Japón, adonde fui invitada por la Universidad de Ciencias de Tokio, fue un viaje bastante inesperado. Nunca me imaginé estar ahí, se hizo un intercambio con investigadores de la universidad sobre qué era lo que estaba pasando. Tuve la oportunidad de ver cómo se organizan ellos alrededor del teletrabajo”.

“En Estados Unidos, estuve en California, Los Ángeles, por los mismos temas. Después, paseando por supuesto también; siempre en cada viaje uno trata de rescatar algún lugar para conocer”.

Voy a ir

“Cuando fui a Tokio dije: voy a cruzarme a Vladivostok; pero era muy caro y me hubiese llevado bastante tiempo. Desde Tokio se llegaba solo en cruceros, en barcos. Fui a Tokio con un objetivo de intercambio y de trabajo; las visitas o paseos eran los fines de semana o cuando terminaba de trabajar en la universidad, tampoco era que había demasiado tiempo libre”.

“Tengo el desafío de ir a Rusia; ahora se interpuso el coronavirus, pero el año que viene se supone que voy a ir a conocer”.

 

Fuente: Voz por Vos (Enero 2022)

 

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